ARTICLE. Juan Torres López: “El auténtico problema de la banca”
30 30+01:00 Novembre 30+01:00 2012 Deixa un comentari
ARTICLE. Juan Torres López: “El auténtico problema de la banca”
Autor: Juan Torres López, Catedràtic d’Economia Aplicada de la Universitat de Sevilla.
Data: 29 de novembre de 2012
Font: http://juantorreslopez.com/impertinencias/el-autentico-problema-de-la-banca/
Comentaris inicials – Aplicació didàctica
Article molt recomanable per a entendre fàcilment la manera com els bancs i el món de les finances tenen tant de poder i són capaços de doblegar els Estats en la seua sobirania econòmica. Aquest poder, segons Juan Torres, els ve de la seua capacitat de crear diners cada vegada que realitzen un préstec, i especialment gràcies al “sistema de reserves fraccionàries”, és a dir el percentatge de diners que un banc ha de tenir físicament en els seus dipòsits.
Abans els bancs tenien físicament almenys la meitat dels diners que deien que tenien (el 50%). Des de l’aparició de les noves tecnologies com Internet i les polítiques de liberalització de capitals, els bancs poden tenir només el 0,5% o inclús en alguns casos el 0,001%. Això va provocar una situació insostenible de bombolla financera i el seu esclat l’any 2007 i 2008, és a dir l’actual crisi. El problema polític és que els líders dels països, els nostres governants, en cap cimera s’han atrevit a aturar aquest procés. Però hi ha alternatives, com algunes que passen per reformar l’actual sistema bancari i els seus percentatges de caixa per a evitar les recurrents bombolles i fases d’inestabilitat econòmica, i especialment les seues dramàtiques conseqüències.
Article
“Después de varios años de crisis, y a pesar de que se trate siempre de ocultar sus responsabilidades, me parece que la inmensa mayoría de la gente sabe que sus causantes más directos han sido los banqueros. Gracias a su enorme poder político fueron imponiendo en los últimos treinta años condiciones muy favorables para su negocio, pero que al mismo tiempo generaban los peligros que traían consigo su autodestrucción. A lo largo de los años cincuenta, sesenta y setenta se habían acumulado grandes volúmenes de liquidez (por la existencia de dólares “sobrantes” que dejaban de ser tan atractivos como años antes, cuando las demás monedas estaban muy debilitadas; por las enormes ganancias de las multinacionales; o por la gran circulación de petrodólares).
Tanta liquidez en manos de los bancos les llevaba a proporcionar créditos por todo el mundo, aunque para eso tuvieran que corromper a Gobiernos y empresarios para hacerlos deudores, aunque no los necesitaran. Y así se larvó lo que luego, cuando subieron los tipos de interés, sería una gigantesca explosión de la deuda.
Cuando se generalizaron las nuevas tecnologías de la información, la situación cambió: entonces ya se podía mover el dinero de un lugar a otro sin apenas dificultad y obteniendo grandes beneficios. Eso llevó a los banqueros a reclamar y a conseguir que se eliminara cualquier tipo de barrera a los movimientos de capitales y que cambiaran las leyes que hasta entonces vigilaban el destino de los recursos financieros, para evitar el peligro que siempre lleva consigo su volatilidad.
Cuando comenzaron a comprobar que en los nuevos flujos financieros se podía invertir a gran velocidad (hoy día a 250.000 dólares por segundo), la inversión especulativa se incentivó extraordinariamente y los bancos se dedicaron a destinar los recursos de los ahorradores a esos fines, en lugar de aplicarlos a la actividad productiva, mucho menos rentable.
Con una legislación cada vez más laxa, con autoridades que los banqueros conseguían que miraran siempre a otro lado y con un ansia ilimitada de ganar cada vez más dinero, los bancos creaban continuamente nuevos productos financieros cada vez más sofisticados y rentables (aunque también peligrosos), muchos de ellos envueltos en engaños y fraudes de mil tipos (como las hipotecas basura, las preferentes, los ‘swaps’, etc., que terminaron arruinando a millones de personas).
Y para ampliar continuamente el negocio multiplicaban la deuda, lo que permitía que la especulación financiera se alimentase a sí misma, a costa, claro está, de un apalancamiento financiero elevadísimo de las empresas y de las familias de mayores ingresos.
Así se fue creando la burbuja que todos conocemos y que descapitalizó prácticamente por completo a la banca internacional, dejándola de facto en situación de máxima insolvencia o de quiebra.
Aunque casi todo el mundo reconoce que esto es lo que ha sucedido, las interpretaciones del por qué ha podido ocurrir algo así son muy diversas. [1] Los liberales afirman que la culpa es de los bancos centrales y de los Gobiernos que dejaron hacer. Y la verdad es que no les falta algo de razón, aunque olvidan que los Estados y Gobiernos no son entes abstractos, sino que reflejan el poder dominante en la sociedad y que lo que han hecho en realidad ha sido servir de instrumentos a los banqueros. [2] La mayoría de las personas, por el contrario, piensa que han sido los bancos los auténticos culpables de todo ello, pero lo suelen achacar a la avaricia, a su gran irresponsabilidad y a la impunidad con que han podido cometer auténticos crímenes financieros. También es una explicación razonable pero igualmente limitada.
[3] En mi opinión, la causa última de todo lo que ha ocurrido está en otro factor al que apenas se hace referencia: el privilegio que tiene la banca privada para crear dinero gracias al llamado ‘sistema de reservas fraccionarias’ (Vicenç Navarro y yo hemos explicado claramente la naturaleza y las consecuencias de este sistema en nuestro libro Los amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero, Espasa, Madrid 2012).
La gente normal y corriente suele creer que el dinero lo crea el Estado pero eso no es así. Hoy día, los Estados, a través de los bancos centrales, no crean sino más o menos un 5% del total del dinero que circula en la economía. Prácticamente todo el resto lo crean los bancos. Y lo crean de la nada, cada vez que dan un crédito.
Y puesto que dar créditos a partir de la nada les proporciona beneficio y poder, es lógico que su interés principal y constante sea el de aumentar sin cesar su volumen, haciendo así que crezca indefinidamente la deuda global de las economías.
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